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Antonio Medrano In memoriam

In memoriam Antonio Medrano.

Comparto con vosotros mi aprendizaje de la mano de Antonio Medrano, poniendo en valor su grandeza como Ser Humano a través de su sabiduría, su generosidad y su bondad infinita.

Hace 10 años, formaba parte de esa inmensa mayoría de personas que simplemente viven. Tenía una vida de “foto” ¿ideal?  Una vida inconsciente, inhumana e insoportable en ocasiones, que mi inconsciencia no me dejaba ver. Cierto es que era en grado moderado, porque vivía experiencias muy bonitas y sabía y sentía que había mucho en mi vida que merecía la pena.

Sin embargo, vivir en la autoexigencia y el perfeccionismo destructivo así como en el hacer continuo y otras cosas más, me llevaron a desorientarme y a perderme en mi propia vida.

Conocí a Antonio Medrano en un Curso de liderazgo femenino allá por el 2011.  En una clase sobre la “Falsa Alegría” nos hablaba de la importancia que la verdad, la belleza y el bien tienen en nuestras vidas para que sean pilares sólidos de una vida digna y plena.

¿Cómo de auténtica, consciente y sentida es tu alegría?

La mía, en aquel momento, era aparentemente desbordante. Mi vida tenía unos pilares débiles con los que no había manera de vivir, ya no digo con plenitud, sino de vivir con un cierto sentido relajado, consciente y tranquilo.

Fue en esa clase, cuando me di cuenta de cómo y dónde estaba, y lo mejor de todo, de que ya no quería estar ni así ni ahí. Lo que nunca imaginé, es el estado interno que he ido desarrollando y alcanzado en todo este tiempo, gracias a todo lo que me ha enseñado Antonio.

Fui al encuentro de Antonio y quedamos en vernos unos días después.

El y su querida esposa, María Antonia Rivera, me abrieron las puertas de su casa: un lugar de encuentro, de acogida, de escucha activa sin juicio, de compasión, de tender una mano amiga y de coger la mía con firmeza, para no soltarla nunca más.

Jamás me habían ofrecido tanto en mi vida: la oportunidad de dejar de vivir, para VIVIR

Cada vez que iba a su casa, terminaba llorando, enfadada conmigo y liberada de mí misma. Lo hacía con plena libertad, encontrando consuelo a mi llanto y a mi enfado. Lo mejor de todo, era que no me sentía enjuiciada y que siempre encontraba una opción para hacer algo más constructivo por y para mí.

Esto suponía ponerme en acción con acciones saludables para mí. Acciones que no siempre gustaron a los demás. ¿Te gustaría decir o hacer algo que supondría un cambio importante para ti y que aún no lo has dicho ni hecho por temor o los demás…o a tí mismo?

Antonio me redactó generosamente unas pautas que durante años seguí a rajatabla hasta hacerlas un método propio. Algunas de ellas suponían recobrar mi autoridad y quererme mejor ¡¡Menudo aprendizaje!!

Fui creando mi propio plan de crecimiento personal a base de toma de consciencia, puesta en acción y descansando de vez en cuando, porque todo era “mú” intenso.

Tuve fe ciega en ellos. Confié en que todo iría bien. Confié en la vida. Esto me permitió “trabajarme” interiormente como nunca había hecho. Abarqué no sólo mi parte física, sino también mi parte mental, emocional, espiritual, relacional e intelectual.

Antoio-Medrano_memoriam

Reconocer nuestros logros y disfrutarlos, porque son el fruto de la consciencia y la acción diaria

Cada paso que había dado, por pequeño que fuera, me lo hacían ver y hasta ¡decir en voz alta! Se alegraban sinceramente por mí. Su generosidad era ilimitada.

Literalmente, escribí ríos de tinta como si no hubiera un mañana…¡¡que liberador fue!!

Antonio despertó en mí el gusto por aprender con curiosidad, de ahí que empezara a leer y a estudiar la práctica de Mindfulness desde diferentes aspectos. Porque estar en soledad, silencio y quietud fue su primera gran aportación a mi vida.

Aprendí a estar sola conmigo misma (los primeros meses me resultaba casi insostenible), a  poner límites a los demás, a respetar y cuidar mi “corralito”, a dedicarme pequeños-grandes espacios de tiempo sin sentirme culpable por ello, a disfrutar de pequeñas-grandes cosas…todo iba transformándose en mí, y yo era plenamente consciente de ello. Estaba dejando de vivir y empezando a VIVIR.

Así, fui creciendo como persona y sobre todo, como Ser Humano.

Este cambio personal, me llevó directamente a mi autocuidado consciente y a comunicarme con más coherencia, autenticidad y asertividad

Empecé a cultivar mi gusto por la verdad. Un valor que necesitaba para construir en firme. Lo de mentirme a mí misma, aunque fuera en lo más nimio, pasó a la historia…¡¡y me costó una barbaridad!

La belleza me llevó a apreciar el gusto por las cosas, las palabras, los actos, los detalles bonitos que la vida nos ofrece y que cada uno de nosotros podemos ofrecer, simplemente cultivándolo un poquito cada día. ¡¡El valor por las cosas bonitas!!

El bien, un valor que descubrí en profundidad, lo fui abarcando con actos que me hacían sentir mejor, aunque me costasen ejecutarlos. ¿Te suena lo de poner límites y aprender a decir que no?…¡pues eso!

Antonio me enseñó a hacer el bien, haciéndolo bien, y esto que parece sencillo, me costó mucho empezar a hacerlo, porque tenía un perjudicial sentido de la generosidad y de cuidar de los demás.

Todo lo aprendido, le dio sentido a mi vida. Hoy,  me siento con la gustosa obligación de seguir viviendo así, que para mí es realmente una forma de VIVIR, así en mayúsculas.

Sigo aprendiendo cada día, avanzando y creciendo. Si me caigo, me levanto. Antonio ya no está físicamente, sin embargo, todo lo que me ha dado lo tendré para siempre.

Ahora, mi vida tiene un propósito que me llena de ilusión y me permite superar las adversidades que se me plantean. Tengo un sentido de vida alineado con mis valores, mi trabajo, mis relaciones y mi profundo amor hacia la vida.

Me siento afortunada e infinitamente agradecida a Antonio Medrano: un sabio, una persona de una inteligencia insuperable y con una calidad humana excepcional.

GRACIAS, MAESTRO.

GRACIAS, por todo y por tanto.

  

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